jueves, 11 de marzo de 2010

ASEGURAMIENTO VEGETATIVO DE LA ACCIÓN MOTORA.

El funcionamiento de los mecanismos de control nervioso de los movimientos, y de la contracción muscular propiamente dicha, solo resulta posible ante la presencia de energía. La misma aparece como resultado de la síntesis del ácido adenosin trifosfórico (ATP) que la aporta al descomponerse en ácido adenosin difosfórico y fósforo.
En dependencia de la intensidad y duración del trabajo físico que se desarrolla, los procesos metabólicos encargados de garantizar el aporte de ATP se pueden encontrar en los campos aeróbio o anaeróbio, en dependencia de la presencia directa o indirecta del oxigeno en el desenvolvimiento de los mismos.
De lo anterior se desprende la importancia de abordar el funcionamiento del sistema encargado del suministro de oxigeno a los tejidos, a partir de la integración de los subsistemas sanguíneo, cardiovascular y respiratorio y que, en esencia, constituyen la parte vegetativa indispensable para asegurar la acción motora.
Resulta lógico pensar que el acto contráctil implica un sustancial incremento de la demanda de oxigeno en la estructura orgánica que realiza la acción, con el objetivo de responder en la mayor medida posible a las exigencias de la oxidación aerobia de los sustratos. En este caso, las sustancias que se someten al proceso oxidativo son la glucosa, los ácidos grasos y, en una medida mucho menos importante, los aminoácidos.
Los músculos pueden obtener energía para su actividad también por vía anaerobia, pero ese camino, siempre que resulte posible, se limita al máximo por dos razones básicas: la primera, porque solo se pueden emplear reservas de glucosa y, la segunda, por la pequeña cantidad de ATP que se logra obtener por esa vía. Además, el mecanismo anaerobio se acompaña de la acumulación de ácido láctico y ácido pirúbico, lo que obliga al organismo a resintetizarlo utilizando oxigeno, proceso que, como regla, se cumple al finalizar el trabajo.
De acuerdo con lo señalado, tanto durante el esfuerzo físico como en momentos posteriores a su finalización, se observa un incremento de la demanda de oxigeno total, que está determinado por la intensidad del trabajo que se realice.
Aun cuando la demanda de oxigeno es un elemento que acompaña la actividad física, la cantidad de éste gas que se encuentra disponible en el organismo es muy limitada, localizándose básicamente en:
• el aire contenido en los alvéolos pulmonares.
• el transportado por la sangre, combinado con la hemoglobina.
• el unido a la mioglobina
• el disuelto en el tejido muscular
La suma de los valores parciales de oxigeno disponible en los cuatro indicadores señalados, se localiza entre los 2,0- 2,5 litros, en condiciones de reposo, lo que obliga, cuando el organismo pasa a una actividad más o menos intensa, a que surjan reacciones compensatorias para garantizar el incremento de la captación del gas, y en correspondencia con ello, aumentar el volumen de oxigeno transportado por la sangre y su distribución en los tejidos, fundamentalmente hacia aquellas zonas que intervienen directamente en el trabajo.
Hasta ciertos límites, la correspondencia entre la demanda de oxigeno planteada por el organismo y el suministro de este gas que puede lograse es prácticamente equilibrada, lo que propicia que la estructura muscular desarrolle su trabajo con un predominio energético aeróbio. La consecución de este equilibrio se logra con participación directa de la corteza motora de los hemisferios cerebrales que imparten las ordenes indispensables para regular las modificaciones cardiovasculares y respiratorias que aseguran el incremento del volumen de oxigeno que se hace llegar a los tejidos.
Debe indicarse que la demanda de oxigeno no resulta sinónimo del consumo de este gas y en muchas ocasiones el volumen de oxigeno que se consume dista mucho de la demanda.
En condiciones de reposo basal relativo, cuando existen condiciones funcionales, psíquicas, ambientales, etc., plenamente favorables, el consumo de oxigeno en hombres adultos se localiza entre los 250-350 ml/min. Este es un indicador interesante pues permite determinar el gasto energético mínimo para garantizar el mantenimiento de la vida. Como es lógico, el valor individual del metabolismo basal relativo se modifica sustancialmente en dependencia de la edad y el sexo.
Cuando el organismo se encuentra en actividad física se observa un sustancial aumento de la demanda de oxigeno, lo que se manifiesta en la elevación del consumo. La significativa modificación del consumo de oxigeno está relacionada con un grupo de factores que se relacionan a continuación:
1. Potencia del trabajo. El incremento progresivo de la potencia del esfuerzo realizado se acompaña de mas intensidad en la tensión de la contracción muscular y de la incorporación de mayor cantidad de planos musculares, lo que puede provocar, durante un trabajo muy intenso, que los valores de consumo de oxigeno sean más de veinte veces superiores a los registrados en condiciones de reposo relativo.
2. Temperatura ambiental: Cuando el esfuerzo físico se desarrolla en condiciones climáticas frías, el volumen de oxigeno utilizado es algo mayor, ya que resulta indispensable destinar una parte adicional del gas para garantizar el mantenimiento de la temperatura corporal.
3. Eficiencia Energética: En correspondencia con el dominio de la técnica, el tipo de actividad y, fundamentalmente, del tipo de fibras musculares que participan en la contracción, pueden observarse modificaciones en el volumen de oxigeno empleado para la realización del trabajo físico.
4. Nivel de Entrenamiento: Este es un elemento de fundamental importancia en las modificaciones que se registran en el volumen de consumo de oxigeno. La mejor coordinación motora, es decir, el equilibrio armónico entre los planos musculares que deben contraerse y los que deben estar relajados, permiten desarrollar el esfuerzo físico con un costo de oxigeno mucho menor que el que provocaría el mismo trabajo en una persona no entrenada.
Para asegurar el incremento del consumo de oxigeno resulta indispensable la movilización de los órganos de a vida vegetativa encargados de garantizar su suministro. Realmente este proceso de entrada al trabajo del sistema de suministro de oxigeno a los tejidos presenta un carácter heterocrónico, es decir, no se produce la incorporación simultánea de los diferentes subsistemas que lo integran con un ritmo de trabajo equivalente; esto implica que se requiera un tiempo mínimo indispensable para alcanzar el equilibrio funcional entre la necesidad motora y el suministro vegetativo.
El tiempo que emplea el organismo para cumplimentar la así denominada entrada al trabajo, depende de dos factores principales: por una parte, del nivel de entrenamiento del atleta, que condiciona la eficiencia movilizativa de los órganos respiratorios, cardiovasculares y de la sangre y, por otra parte, de la intensidad del esfuerzo que se desarrolla, ya que mientras mayor sea ésta más rápidamente se cumplirá la incorporación vegetativa a la respuesta orgánica.
Resulta posible garantizar el equilibrio necesidad-suministro de oxigeno hasta determinado nivel de intensidad del esfuerzo. Esto se debe a que ante cargas de trabajo relativamente pequeñas el consumo de oxigeno se incrementa de manera prácticamente lineal, pero esto es válido solo hasta el punto en que se alcanza el máximo consumo de oxigeno, momento a partir del cual ya no es posible elevar el consumo de oxigeno que se consume.
Por tal razón, el máximo consumo de oxigeno se interpreta como la máxima capacidad individual de utilizar el oxigeno, expresando la eficiencia orgánica para adaptarse a la realización de esfuerzos físicos de carácter anaerobio. Es por ello que la determinación de este indicador, y los parámetros que de él se derivan, se emplea para evaluar la capacidad de trabajo física.
Queda claro entonces que la principal tarea de los órganos de la vida vegetativa radica en garantizar el suministro de oxigeno a las estructuras que garantizan el trabajo físico. Dentro de ello, la función respiratoria propicia no sólo la entrega de oxigeno, sino que, además, facilita la eliminación de CO2 como resultado de la actividad celular, procesos ambos de extraordinaria importancia para el adecuado desarrollo del metabolismo en los tejidos.
El esfuerzo físico implica un incremento sustancial de las exigencias energéticas del organismo, fundamentalmente en aquellas zonas que participan directamente en el trabajo, lo que genera un incremento en la actividad oxidativa en las células, que se corresponde con las características de la contracción y la magnitud del esfuerzo. Esta situación provoca notables modificaciones en el comportamiento de las funciones de los subsistemas integrantes del sistema de suministro de oxigeno. Por ejemplo, durante la realización de esfuerzos físicos se ponen de manifiesto notables cambios de la frecuencia y de la profundidad de los ciclos respiratorios con relación a la situación de reposo relativo, los que implican modificaciones de la ventilación pulmonar, indicador que expresa el volumen total de aire que pasa por los pulmones en la unidad de tiempo.
Aunque este indicador está sometido a las múltiples características individuales de todo sujeto, lo que significa de por sí notables diferencias, su valor medio para un adulto en condiciones de reposo, se ubica entre los 5 –7 l/min.
Como el ejercicio físico se acompaña del sustancial incremento de la necesidad de utilizar O2 y eliminar CO2, la realización del trabajo produce notables aumentos de la ventilación pulmonar que puede llegar hasta los 150 l/min.
Conviene aclarar que todas las funciones vegetativas tienden a estabilizarse en valores o niveles que se corresponden con la magnitud del esfuerzo. Dicha estabilización, denominada estado estable, se clasifica como real cuando la actividad vegetativa logra equilibrar el suministro de oxigeno con el nivel de las necesidades somáticas, o se cataloga de aparente la estabilización del nivel del suministro de oxigeno cuando este no logra entregar los volúmenes necesarios para la realización del esfuerzo.
La presencia de una u otra forma de estado estable depende de la intensidad del trabajo que se desarrolle y de su tiempo de duración.
Cuando las necesidades energéticas del esfuerzo son tan elevadas que no pueden ser resueltas ni siquiera aportando el máximo volumen de oxigeno posible para el individuo, aparece un estado estable aparente, es decir se estabilizan las funciones en un nivel determinado y se resuelve por vía aerobia sólo una parte dela energía necesaria para la realización del trabajo; la otra parte de la energía se obtiene por mecanismos anaerobios y se acompaña de la acumulación de sustancias ácidas que se eliminan durante el proceso de recuperación, luego de finalizada la actividad principal.
Si la potencia del trabajo es moderada, el sistema de suministro de oxigeno es capaz de resolver todo el volumen de este gas que resulte necesario para la realización del esfuerzo y el estado estable, en este caso, es real.
Tomando en consideración las características del trabajo vegetativo antes indicadas, es que resulta conveniente abordar el comportamiento de las funciones respiratorias, cardiovasculares y sanguíneas como elementos integrantes del sistema de suministro de oxigeno a los tejidos.
De lo expuesto hasta aquí se deduce que todo el proceso de entrega de oxigeno a las células está condicionado por un grupo de factores que conviene tener en consideración ya que la importancia de este indicador es tan alta que define, en gran medida, el resultado deportivo.
El primer elemento que debe tenerse en cuenta es la constitución genética, que predetermina hasta un 80% el máximo consumo de oxigeno del individuo.
Otro factor importante es la masa muscular participante en la acción motora. Resulta lógico pensar que mientras mayor sea la presencia de planos musculares en el movimiento, más alto será el valor del consumo de oxigeno.
La edad del individuo también influye en el nivel del máximo consumo de oxigeno. Muchas investigaciones ponen de manifiesto que alrededor de los 18-25 años se registra el mejor valor de este indicador para un mismo individuo. El sexo tiene una influencia sustancial en el valor del indicador de referencia.
Debe tenerse en cuenta que en las edades infantiles no existen diferencias significativas entre los representantes de ambos sexos. De 63
aquí se deduce que la pubertad marca un importante momento de diferenciación de las capacidades aerobias entre los hombres y las mujeres, lo que puede estar asociado a la presencia de mayor cantidad de grasa en el organismo femenino.
Por último debe tenerse en cuenta el papel que desempeña el entrenamiento sistemático sobre el comportamiento del máximo consumo de oxigeno. Como cabe suponer, el organismo sometido a un programa de ejercitación específicamente planificado y dirigido al mejoramiento de la capacidad de trabajo, presenta no solo incrementos sustanciales en la fuerza de la contracción muscular y en la eficiencia de la coordinación motora, sino que también mejoran las posibilidades de trabajo aeróbio, limitando, por tanto, la formación de sustancias ácidas y la formación de deuda de oxigeno.
Pero aun de mayor importancia resulta la influencia del entrenamiento sobre la eficiencia energética de la acción motora. Dicho en otras palabras, aunque el entrenamiento intenso no genera una modificación extraordinariamente positiva del máximo consumo de oxigeno, si propicia mayor economía para la realización del esfuerzo física, provocando por esta vía un incremento de la reserva de oxigeno disponible para la ejecución del trabajo.
La economía del esfuerzo a que se hace referencia está motivada por modificaciones funcionales del organismo que intervienen en la definición de la capacidad de trabajo, principalmente las relacionadas con la actividad cardiovascular y respiratoria además de los complejos cambios experimentados en las reservas de glucògeno, el potencial oxidativo energético y la presencia de mitocondrias en el músculo.

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